Expansión de Horizontes — James A. Long

Algo Más Sobre Teosofía

Antes de que tratemos la "escuela moderna" de teosofía, con lo cual queremos indicar las varias organizaciones que han surgido desde 1875, quiero agregar algunos pensamientos básicos adicionales.

A medida de que investigamos la historia y desarrollo de las varias filosofías religiosas del pasado, es de interés notar una norma común. Aparece un Mensajero. Un Cristo o un Buda, un Zoroastro o un Krishna. Recibe la bienvenida de unos pocos, mientras que su mensaje, o pasa inadvertido o se denuncia como falso y peligroso al status quo. Él se marcha, y sus discípulos de aquella época o de generaciones subsiguientes, despertando al fin al reconocimiento de su enseñanza, empiezan a construir una organización. Las sagradas palabras se ponen por escrito, centros de adoración son establecidos, sacramentos son empleados como medios de salvación, y el mensaje una vez viviente, llega a ser un credo. Futuros creyentes, guiados principalmente por las formas exteriores, prontamente disputan entre sí, y en un tiempo no muy largo el núcleo original de la "nueva revelación" se divide en fragmentos.

Típico de la naturaleza humana; por otra parte encontramos a los ultra conservadores quienes se atan rígidamente a la letra de la doctrina, insistiendo en que su interpretación es la única y última autoridad. Por otro lado, y diametralmente opuestos, están los ultra liberales quienes, en su fervor por derribar toda restricción, pierden el sentido de proporción, confunden sus valores y frecuentemente terminan por ver lo negro como blanco y lo bueno como malo. Entre los dos extremos están aquéllos que con constancia tratan de seguir el "camino de en medio," en su esfuerzo por interpretar el mensaje y descubrir de nuevo, detrás de lo formal y tradicional, el divino motivo.

Esto no es nada extraño, pues se manifiesta en cada fase de la experiencia humana: en el comercio, la educación, en la conducta social, tanto como en asuntos nacionales e internacionales. Y así ha pasado con la teosofía en sus formas anteriores, lo mismo que hoy día con respecto a sus expresiones modernas, donde las líneas de divergencia actualmente se han hecho bastante marcadas. Hablamos aquí de cualidades que cortan a través de todas las barreras hechas por el hombre, pues en cada organización se pueden hallar, en un grado variable, todos los tres tipos de seguidores. Ojalá que siempre haya un número suficiente, ya sea que estén afiliados a una u otra organización o a ninguna, que se empeñen en mantener vivo un conocimiento de la theosophia original o la sabiduría de Dios, no por buscar escape de las duras responsabilidades de la vida, sino por una aplicación inteligente y práctica de su filosofía a las crecientes necesidades del hombre.

Pregunta — ¿Pero cómo puede uno saber lo qué es auténtico y lo que no lo es? Yo he leído mucho en toda clase de libros. Algunas de las ideas me parecen como viejos amigos, aunque me son nuevas, pero encontré otras cosas que no me gustaron de ninguna manera.

Comentario — Por desgracia, están siendo divulgadas en estos días varias interpretaciones de la teosofía, y no es una cosa fácil distinguir cuál es la Verdad y cuál lo falso. Si uno está seriamente interesado en desentrañar la pura doctrina que inspiró a la fundadora de la escuela moderna, se debe consultar a la fuente directamente y familiarizarse con sus principios. De esta manera tendrá una base con la cual puede examinar cualesquier interpretaciones posteriores.

Pregunta — Usted dice "pura doctrina"; ¿quiere esto decir que la teosofía tiene principios en que uno tiene que creer? ¿O puede uno escoger esmeradamente lo que quiera, y dejar el resto?

Comentario — En todos sus escritos, H. P. Blavatsky pone en claro que la teosofía no tiene absolutamente ningún credo o fórmula de creencia, ningún grupo de dogmas a los cuales uno se tiene que adherir, dejando enteramente libre a cada individuo seleccionar lo que a él le interese. Si provenimos de la misma Inteligencia Divina que produjo el cosmos, no sólo tenemos el privilegio de desenvolvernos y desarrollarnos de acuerdo con nuestro propio carácter, y no con el de ningún otro, sino que se espera que hagamos eso. Desde ninguna circunstancia debemos sentirnos sujetos a las presiones intelectuales, morales, o aun espirituales de nada, sino de acuerdo con nuestro propio "sentido" interior. Todo lo que leemos u oímos, en cualquier campo de pensamiento, debe siempre pasar el examen de nuestro propio juicio más elevado. Si nos parece bien, debemos aceptarlo, al menos provisionalmente, hasta que veamos una faceta mayor de la Verdad. Si no nos parece bien, podemos simplemente ponerlo a un lado. Es posible que estemos poniendo a un lado algo que más tarde resultará ser de valor esencial; pero si en ese momento no nos parece bien o no estamos preparados para recibir aquella verdad particular, tal vez, en el futuro nos hará un bien más duradero.

Pregunta — Pero debe haber algunas enseñanzas definidas que pertenecen a la teosofía, ¿no es verdad? ¿O es que ésta es principalmente un género de esfuerzo filantrópico, tal como el laborar por condiciones mejores, o algo por el estilo?

Comentario — No, la teosofía auténtica no es simplemente un tipo de sicología indefinida de hacer el bien, sin relación con el hombre y su necesidad apremiante de saber quién es y cuál es su papel fundamental en la Tierra. Sin embargo, a causa del fundamental "amor a la humanidad" que motivó su presentación, es claro que es un esfuerzo "filantrópico," empleando la palabra en su sentido puro.

¿Entonces es una religión, o tal vez una nueva clase de filosofía? En realidad no es ni la una ni la otra, sino ambas; en efecto, la teosofía ha sido llamada la madre de todas las religiones y filosofías.

Pregunta — ¿No explicaría eso el porqué encontramos tantos puntos de semejanza con las grandes religiones? Recuerdo cuánto esto me llamaba la atención, cuando asistí a un curso de religiones comparadas. En aquel tiempo no había viajado mucho y conocía muy poco de otros pueblos, pero nuestro profesor era un estudiante profundo de los Upanishads, tanto como de los escritos griegos y romanos antiguos, y más de una vez él se refirió al "hilo de oro" de la sabiduría que, según él dijo, nos podría conducir por el laberinto de las muchas interpretaciones.

Comentario — Hay por cierto un "hilo de oro" de la Verdad, que conecta las formas de creer más arcaicas con las de la actualidad, y vincula las tradiciones espirituales de cada raza y nación con aquella chispa de la Inteligencia Divina que está en el corazón de cada ser humano.

Pregunta — Yo creo que me estoy hundiendo cada vez más en las profundidades da las aguas. Quisiera referirme otra vez al diccionario Webster, y relacionar estas varias ideas con lo que éste dice.

Comentario — Por supuesto. La primera parte de la definición, usted recordará, pertenece a la teosofía con te minúscula, como fue conocida de varias maneras durante los siglos anteriores. Si parafraseamos esto ahora en términos más sencillos, podemos ver cuán universalmente aplicable es ella en todo sistema religioso o filosófico que tenga como corazón el tema de la Deidad como fuente y origen de todos los seres y las cosas:

theosophia, o conocimiento acerca de los movimientos y hábitos de trabajo de la Divinidad, de cómo ella busca incorporarse en un universo (y en cada porción de éste, inclusive en los seres humanos), siendo dicho conocimiento alcanzado por el discernimiento espiritual directo o por el estudio o reflexión filosófica, o por una mezcla fecunda de la mente con la intuición.

Pregunta — No puedo imaginarme a ninguno de nosotros alcanzando esa etapa de iluminación en una vida. Tal vez eso es el porqué la reencarnación era tan popular entre muchas personas, porque sentían que les costaría más de una vida para lograr su propósito.

Comentario — ¡No se esperaba que ninguno de nosotros alcanzara esa etapa a lo largo de una sola vida! Eso sería tan absurdo como esperar que un alumno de la escuela primaria aprobase de inmediato los exámenes para la universidad. Sin embargo, como nos recuerda San Juan, dentro de cada hombre está "la Luz," y algún día obtendremos nuestra propia visión de las "cosas divinas." Mientras tanto, podemos animarnos, pues aun dentro del período relativamente corto de la historia escrita ha habido aquellas grandes y nobles almas quienes fueron bastante avanzadas, en comparación con el resto de nosotros, para atreverse a alcanzar las alturas. Ellas han seguido, tal vez por muchos, muchos cursos de la vida, el solitario sendero de la disciplina de sí mismas, el dominio y la iluminación de sí mismas, para sufrir al fin la crucifixión de su naturaleza terrenal a fin de que su dios interno tuviese un nacimiento más amplio dentro de sus almas. Tales han sido los líderes y guías de la humanidad, la larga sucesión de Salvadores y Cristos quienes, en la consumación de su sagrada experiencia, han compartido su "visión" con otros, y al actuar así, han obrado vastos cambios en el destino espiritual y sicológico de los pueblos entre los cuales vivieron.

Ellos no vinieron para revelar nuevas verdades, ni aún para fundar una nueva religión. Como dice H. P. Blavatsky, ellos todos fueron "transmisores, y no pensadores originales. Ellos fueron los autores de nuevas formas e interpretaciones, mientras que las verdades en que éstas estaban basadas eran tan viejas como la humanidad."

Pregunta — Eso tiene sentido para mí. Y si mi lógica es correcta, todos ellos naturalmente enseñarían la misma cosa. Si ellos realmente habían experimentado sus "momentos de verdad" ¿no es que habrían tocado la idéntica fuente divina?

Comentario — Exactamente, y eso es el porqué cuando investigamos las religiones mundiales y los variados sistemas místicos y filosóficos descubrimos que todos, cuando se comparan con sus puntos esenciales, dicen la misma historia. Algunas veces olvidamos que nuestro conocimiento de nuestra historia racial anterior es escaso, basado en unos meros cinco o seis mil años, mientras que las tradiciones de muchos pueblos antiguos retroceden por centenares de miles de años, cada uno de ellos señalando a una religión sabiduría arcaica como la fuente perenne de la Verdad, de la cual ha sido obtenido todo conocimiento humano. Tan viejo, que no se pueden rastrear sus orígenes, aunque está confirmada su existencia por medio de la encarnación periódica de Hombres cuya naturaleza espiritual sobresaliente hizo de ellos líderes inspirados de civilizaciones progresivas.

Pregunta — ¿Pero seguramente esta religión-sabiduría no se llamaba teosofía en aquellos tiempos antiguos?

Comentario — De ninguna manera. Tales vocablos son completamente incidentales, pues la Verdad toma cualquier nombre, dependiente de varias causas. Pueblos distintos, en ciclos diferentes, requieren tipos de dirección distintos. En un tiempo vemos un énfasis en el aspecto devocional o religioso, como en el cristianismo primitivo, con el llamamiento urgente de esforzarse por llegar a la "conciencia de Cristo" o a "la unión mística" con el Padre interior. En otro tiempo, la base filosófica de la naturaleza humana, polifacética, demandaba estudio, como en los días de Platón, o de Egipto o de la India antigua y entre otros pueblos de aquella época. Por otra parte, tenemos eras en que la ciencia toma el puesto delantero en una extensa investigación de la ley natural. Pero siempre, ya sea universalmente venerada o que se oculte por un tiempo, la Verdad es la herencia de todos los que están capacitados.

Algo más, si se me permite, antes de considerar la segunda parte de nuestra definición. Hace unos momentos que alguien preguntaba si la teosofía comprende algún sistema de doctrinas. Si regresamos a La Doctrina Secreta veremos que en verdad abarca una exposición sistemática de principios filosóficos, ellos mismos derivados de la enseñanza sabiduría de la antiguedad, los cuales describen el "nacimiento de mundos y del hombre" a través de muchas rondas de evolución. Pero, como dice la autora repetidamente, ella misma era sólo una transmisora; no trajo nada nuevo, siendo su tarea la de iluminar con el faro del interés este tesoro de "sabiduría" oculta bajo el complejo saber místico y religioso de civilizaciones anteriores.

Pregunta — ¿Es ésta la razón por la cual ella formó la Sociedad Teosófica, o tenía ella otros objetos en mente?

Pregunta — Yo entendí que ella trató establecer una fraternidad entre las varias razas, pero supongo que los tiempos no permitían esto.

Comentario — En asuntos del espíritu, no nos es posible estimar buen éxito o fracaso por normas ordinarias. A pesar de la amenaza continua de guerra global, la idea de fraternidad se ha puesto al corriente de la conciencia de los pueblos en todas partes, lo que en sí mismo representa un avance tremendo. Mientras que el objeto subyacente de la sociedad original era el compartir este conocimiento antiguo, concerniente a la estructura y a las obras de la Naturaleza, física y divina, su objetivo principal era unir en un núcleo a aquellos hombres y mujeres que estaban dedicados a la realización de los ideales que ustedes mencionan. Y como la verdadera fraternidad ha de ser universal, sin consideración a las diferencias superficiales de color, raza, o credo, no se podía, por supuesto, efectuar esto sin construir algunos puentes de entendimiento entre la gran variedad de pueblos en cada continente. Por consiguiente, se fomentaba un estudio imparcial de todas las religiones, filosofías y ciencias, antiguas y modernas, junto con una investigación de la constitución interior del hombre y de su relación con las áreas de conciencia, elevadas e inferiores, en que él participa.

Este es un programa muy extenso y, siendo la naturaleza humana como es, no se han logrado los objetivos originales. Sin embargo, una vez más se elevaba una antorcha. Es posible que tome siglos antes de que se haga un hecho la fraternidad iluminada de naciones, pero a pesar de todo se ve progreso en el creciente conocimiento de que, no sólo son todos los hombres hermanos, sino que cada verdad religiosa (no dogma) cobra su sustento de una fuente imperecedera.

Ahora bien, miremos otra vez con cuidado la segunda definición en el diccionario Webster. En primer lugar, es engañosa, porque la teosofía moderna según explica H. P. Blavatsky no tenía por objeto seguir exclusivamente las "teorías budistas y brahmanicas." Aun una ligera revisión de sus escritos muestra que ella hizo uso de las tradiciones y escrituras de todos los países para dar ejemplos de los orígenes en Una Sabiduría Perenne. Las sagas y la mitología de los Eddas escandinavos, la teosofía judaica de la Cábala, las enseñanzas y disciplinas de Pitágoras y Platón, de Amonio Sacas y los neoplatónicos, tanto como los escritos de Lao-tze y Confucio de la China, son todos tratados junto con la cristiandad, el budismo, la filosofía de los Upanishads y el Bhagavad-Gita.

Pregunta — ¿Cómo se explica usted la razón del uso de tantos términos Orientales en sus libros? Me parece a mí que se podrían haber puesto estas ideas en un lenguaje más simple. ¡Sin embargo, mientras digo esto, empiezo a preguntarme, por ejemplo, cuál palabra en inglés emplearía yo en vez de Karma!

Comentario — Ahí está el enfoque. Algunos escritores posteriores tal vez han hecho uso excesivo de una terminología poco familiar, que posiblemente está bien si uno escribe una exposición técnica; pero para una literatura de introducción no parece necesario. Hay casos en que el uso de lenguaje técnico es esencial; la ciencia, por ejemplo, en todos sus campos, emplea centenares de términos técnicos que dan a sus especialistas informaciones al instante, pero que para el lego tiene muy poca significación.

Usted mencionó a Karma. Sucede que cuando escribió sus libros H. P. Blavatsky (y la situación sigue vigente aún hoy) no había en el idioma inglés, ni en ninguno de nuestros modernos idiomas europeos, ninguna palabra capaz de impartir lo que este término sánscrito quiere decir. Así que cuando la palabra karma, con sus implicaciones filosóficas, fue introducida al Occidente, se hizo tan indispensable que pronto fue adoptada en nuestro idioma, de la misma manera que miles de otros términos extranjeros. Pues podríamos decir que karma quiere decir exactamente lo que quiso decir San Pablo cuando escribió a los Gálatas, que no se burla a Dios y que según lo que un hombre siembra, así cosecha. Pero mirad cuántas palabras hemos empleado cuando la sola palabra karma, si se le entiende correctamente, imparte todo esto y aún más.

Pregunta — Yo puedo ver cómo algunos de estos términos son muy útiles. ¿Pero qué quiere decir el diccionario Webster al decir que la teosofía moderna enseña un tipo de "evolución panteísta"?

Pregunta — Cuando se dice que una persona es un panteísta, ¿no quiere decir esto que él reverencia a muchos dioses en vez de creer en una Entidad Suprema?

Comentario — Esa es una interpretación, pero sólo una secundaria, que no imparte, en efecto, lo que significa el término. Desgraciadamente nosotros los del Occidente, tenemos el hábito de despreciar cualquier concepto que no se ajuste inmediatamente a nuestras propias ideas. La palabra en sí misma es también del griego, pan y theos, o sea "todo divino"; y quiso decir originalmente que todo ha salido de la Deidad. Por tantos siglos, sin embargo, nosotros hemos colocado a Dios afuera y aparte de nosotros mismos; así se dice de cualquier creencia que sugiere a la Divinidad como la fuente de todos los entes y seres, que tiene "sabor de panteísmo." De ahí que sea mirado con desconfianza porque se entiende, erróneamente, que todo es Dios; ¡Qué blasfemia decir que una piedra o un caballo, o aun un ser humano es Dios!

Pero si por la frase "evolución panteísta" concebimos una evolución basada en la premisa de que cada punto en el espacio, que comprende cada habitante, desde el átomo hasta la estrella, en nuestro sistema solar y en las miríadas de sistemas solares que componen la Vía Láctea y más allá, es una expresión de la Deidad porque alberga un aspecto de ella; entonces, según yo lo entiendo, la teosofía a través de todos los siglos, ha apoyado este tipo de "panteísmo." Y esto naturalmente incluiría la idea corolaria de que todos estos seres, no importa su estado evolutivo, están constantemente renovándose, haciendo uso de un vehículo o cuerpo tras otro para que la chispa divina interior, que anima su serie de vehículos, pueda desarrollar y evolucionar y ganar enriquecimiento por medio de esa experiencia. Con respecto al reino humano, se llama al método de tal regreso cíclico, la reencarnación, lo que significa que el alma humana entra y usa un cuerpo humano.

Pregunta — Me alegro oírle decir esto porque el tema de la reencarnación es lo principal que me atrajo en los libros que he leído. Posiblemente la causa es que desde mi niñez ha sido una convicción mía cuando un querido amigo de mi papá, un clérigo en efecto, me la explicó. Tenía yo siete u ocho años, y un domingo después de la cena él me acompañó en un paseo al borde del río. Era el otoño y estaban los árboles todos coloreados de rojo y oro. Él dijo que quería que yo siempre recordara cuán hermosos estaban antes de morir, al parecer; sólo que no morían en realidad, sino sencillamente que perdían sus hojas por un tiempo para reposar y brotar otras nuevas en la primavera. Tal vez él no me habría impresionado tanto si no hubiera sido que unas semanas más tarde murió de repente. Por un tiempo yo estuve transido de dolor; y entonces vinieron a mí sus palabras como un maravilloso consuelo; y siempre después he sentido una creciente certeza de que la muerte no puede poner término al amor y la simpatía y a todas esas cosas intangibles que son una parte tan real de la vida humana.

Comentario — Yo he, por mucho tiempo, sentido que si esta sola doctrina del renacimiento del alma fuera reintegrada a la enseñanza cristiana donde estaba antes incluida, ella ejercería una influencia poderosa sobre la sicología Occidental y por lo tanto en las relaciones mundiales. Si la reencarnación fuera vinculada de un modo positivo con su doctrina compañera de Karma, los hombres y las mujeres en todas partes se darían cuenta de que eran en su esencia dioses, cuyo destino futuro era el suyo para construir y por consiguiente con promesas brillantes, puesto que nada sería imposible de alcanzar.

Podría ser que en este siglo vigésimo tengan estas verdades arcaicas otra oportunidad para hacer a un lado a los partidarios de la letra muerta, tanto como a los traficantes de fantasías. Se le puede llamar la filosofía esotérica del pasado, pero resultará ser más que eso. Será la inspiración de la divinidad del hombre cuando por primera vez llegó a su estado presente, la cual todavía yace durmiente en el corazón de cada ser humano. A eso es lo que se refirió Jesús cuando dijo: "Antes que Abrahán fuera, yo soy"; y lo que tuvo en mente el salmista cuando cantaba: "Si, aunque caminase yo por en medio del valle de la sombra de la muerte . . . tú estás conmigo."



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